viernes, septiembre 23, 2005

Salón Corona. Otro clásico de la ciudad


Por alguna inexplicable razón, no les había platicado sobre este lugar, clásico, intemporal, básico, de la calle de Bolívar, en el número 24, entre Madero y 16 de septiembre.

Sobre el Salón Corona se han escrito decenas de crónicas. Se trata de una de las cervecerías de mayor arraigo en el centro histórico de la ciudad de México. Asediado, todos los días, por intelectuales, yuppies, turistas y parroquianos fieles, el Salón Corona es una excelente propuesta para iniciar una expedición por la ciudad vieja. O para prepararse para expediciones más ambiciosas por la capital del altiplano.

De entrada, llegar al Salón Corona es una invitación sensorial: dos barras a los lados en las que se tira la cerveza de barril, clara u oscura, en cañas o bolas. A la entrada, un maestro pastorero se da gusto en el enorme trompo y, a la izquierda, las mayoras se afanan en preparar tacos de guisado, quesadillas y otras especialidades tradicionales.

Al fondo de la barra derecha, una cocinera se dedica a crear campechanas, vuelve a la vida y demás delicias clásicas de las tabernas donde se ofrecen mariscos.

Curiosamente, si uno va solo, siempre encuentra lugar. El problema es cuando se acude en grupo, pues las filas para entrar al salón principal pueden desanimar a más de uno.

Es una de esas cervecerías donde los meseros son eficientes, amables y razonablemente rápidos. Apenas se instala el comensal y llega a la mesa un plato de rodajas de zanahoria encurtida, que se presenta como una cordialidad del establecimiento.

Cada quien tiene preferencias claras respecto al tipo de cerveza que le gusta -en el Salón, sólo venden cerveza, así que olvídense de las cubas y los desarmadores- aunque aquí la disyuntiva es la caña -el tarro pequeño, en el que cabe una cerveza de 325 ml- o la bola, en la que se tira medio litro de fresca y deliciosa cerveza mexicana.

Para acompañar, las tortas de pulpo, de bacalao... los cocteles, las quesadillas o las gringas magníficas, en una tarde sin complicaciones y en un ambiente agradable.

En una ciudad como esta, en donde todo es complicado por los cadeneros, los valet parking, los covers absurdos, regresar a la simplicidad de un sitio como el Salón Corona, es cosa de celebrarse. Y si es con los amigos, mejor.




Aldrin Lenin Gómez-Manzanares

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